Hasta cuándo polarización
- T+
- T-
Guillermo Tagle
Cuando todos esperan que podamos empezar a reconstruir confianzas y escuchar proyectos optimistas de futuro, nuevos acontecimientos crispan el ambiente, generando más fuentes de divergencia y polarización. Un inaceptable nuevo caso de colusión en un producto de consumo masivo, vuelve a sembrar desconfianza hacia el sector empresarial. Por otro lado, un destacado empresario que acude a tribunales para defender sus derechos, es golpeado por individuos que se oponen a sus proyectos de inversión o simplemente a su condición de empresario exitoso. Más divergencias en el mundo político entre miembros de una misma coalición, nuevos casos de abuso infantil, y un ambiente de competencia electoral que a menos de un año de la próxima elección presidencial, tiene mucho más de descalificaciones y odiosidades que de propuestas.
El mundo está demasiado lleno de lugares en tensión. Hemos visto cómo pueblos, países y sociedades completas se destruyen por la polarización de ideas radicales, por la falta de tolerancia y por las ganas de algunos de imponer su ideología a sus respectivos prójimos. Un nuevo atentado en Berlín, un triunfo populista en Italia, una Venezuela al borde del colapso social, de la guerra civil. En ese contexto, Chile tiene todavía demasiadas ventajas como para poner en riesgo lo que hemos avanzado y progresado en “civilidad”.
Sabemos y vemos todos los días cómo colapsan y se destruyen pueblos que alguna vez soñaron con la posibilidad de vivir en paz, progresando y construyendo para sus hijos un mundo mejor. Hasta hace poco Chile era uno de esos casos, un sociedad progresista, avanzando gradualmente en desarrollo humano y social. Esa sensación de progreso que nos tenía en una posición privilegiada en el contexto de nuestra región y del mundo emergente, fue construida con mucho esfuerzo, con gran capacidad de diálogo y tolerancia, forjada como resultado de fracturas previas que también nos tuvieron al borde del colapso y de la destrucción institucional. Una generación entera de chilenos había aprendido del dolor de la pérdida de seres queridos, de las divisiones entre hermanos, del dolor de tener que emigrar y vivir lejos de su propio pueblo. Por ello cuando volvió la democracia, cuando tuvimos la posibilidad de mirar adelante y dejar atrás los dolores del pasado, no hubo dudas y todo Chile se puso a trabajar. Los resultados fueron visibles, los frutos empezaron a florecer. Es cierto que la tarea no está concluida, que todavía nos falta mucho por arreglar, que hay muchos ciudadanos que no han logrado alcanzar niveles mínimos de bienestar a pesar del crecimiento económico. Que las reglas del mercado sin una buena regulación, que la sola “buena voluntad” de los agentes económicos, no resuelve los problemas de fondo. Muchas falencias, casos de corrupción, conflictos de interés entre dinero y política, han dejado de manifiesto que necesitamos políticas públicas fortalecidas y bien diseñadas, de segunda generación, que nos permitan duplicar el ingreso per cápita con libertad y equidad. Que podamos ubicar a Chile en los primeros lugares de las tablas de la OECD, en cualquier medida de desarrollo humano que se decida establecer como meta.
El problema es que ese proceso virtuoso de búsqueda colectiva del bien común, ha parecido detenerse. La divergencia de posturas, la radicalidad de ideas, la “fijación mental” por seguir las encuestas, ha radicalizado el debate y de continuar por esta senda podríamos terminar como uno más de esos casos de pueblos que hoy buscan sobrevivir en medio de la destrucción. Efectivamente, es necesario asegurarnos que los casos de corrupción que hemos conocido en el último tiempo sean debidamente sancionados, para que con certeza no vuelvan a ocurrir. Pero junto con ello, es necesario volver a mirar hacia adelante, empezar a dialogar sobre los proyectos de futuro que nos hagan crecer con libertad y equidad. Quien logre aglutinar a la gran mayoría en torno a un proyecto moderno y abierto, que respete la libertad de cada uno para emprender y forjar su propio destino, que al mismo tiempo ayude y apoye a los que han tenido menos oportunidades, tendrá la mejor de las posibilidades de liderar los nuevos tiempos de nuestro querido Chile.